La gente con dinero que viene a Barcelona: curiosidades de un observador sin prisas

No sé si será la edad o que ya me cansé de correr por la vida, pero últimamente me da por observar. Observar bien. Sentarme en una terraza del Eixample con un café solo y mirar quién pasa, quién habla en inglés raro, quién lleva el reloj más grande, o quién pide agua con gas a 3,50 sin pestañear. Y si algo tengo claro es que a Barcelona, en estos últimos años, está viniendo gente con mucho, pero mucho dinero. De la que no se nota al principio, pero luego sí.
Los americanos tech: sudadera cara, reloj de 30.000 euros
Estos son de manual. Los ves por Poblenou, en cafés que huelen a diseño escandinavo, teclean en sus portátiles plateados y hablan bajito por Zoom. Pero luego miras de cerca y ves que las zapatillas cuestan más que mi primer coche, y que el reloj que asoma bajo la manga es un Patek Philippe.
Muchos trabajan en remoto para alguna empresa con sede en San Francisco o Nueva York, y se han instalado en Barcelona porque “la calidad de vida aquí es una locura” (eso me dijo uno con acento de Texas mientras se pedía un flat white con leche de avena).
Los nuevos ricos de Europa del Este: coches, yates y bling bling
Esto es otro perfil. No les interesa tanto la discreción. Los ves por la zona alta, en Sarrià, Pedralbes, o bajando en Maserati a cenar a la Barceloneta. A veces también los ves en Port Vell, donde atracan sus barcos como quien aparca en doble fila. Suelen venir en familia, con niños bien vestidos, y un aire de “aquí estamos y lo sabéis”.
Algunos hablan ruso, otros polaco, y más de uno no te sabría decir en qué trabajan exactamente.
Los influencers millonarios: todo es contenido
Estos son más jóvenes, pero no menos pudientes. Gente que vive de mostrar su vida. Parecen sacados de una revista: piel perfecta, ropa de marca, y una cámara siguiéndolos a todas partes. Los he visto en rooftops del Born haciéndose fotos con el atardecer, y al día siguiente en un hotel de lujo en Diagonal haciendo stories de su desayuno (que parece más una instalación artística que comida).
¿De dónde sale el dinero? Pues de colaboraciones, patrocinios, inversiones en criptos… y de tener millones de seguidores que compran lo que ellos dicen.
Los jubilados de oro: la calma con cuenta bancaria
Y por último, un grupo que me cae especialmente bien. Los jubilados con pasta. No los confundan con turistas despistados. Estos saben dónde están, se mueven con seguridad, y han venido aquí a disfrutar de la vida. Los he visto alquilar apartamentos frente al mar, leer Le Monde en la terraza de la Rambla de Catalunya, y hablar con camareros en un castellano con acento francés encantador.
No necesitan aparentar, porque ya lo han hecho todo. Caminan sin prisa, dan buenas propinas y siempre sonríen. Si me dieran a elegir cómo envejecer… sería como ellos.
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